lunes, 7 de junio de 2010

Apples, apples, apples.



La vida es como un gran árbol donde las personas son representadas por manzanas. En la parte más baja encontrarás las manzanas rojas, brillantes y dulces, en la parte media del árbol se encuentran las comunes y ordinarias y en la copa estarán las manzanas descompuestas con una tonalidad marrón que indican que no están saludables. Como es típico, tú no querrás comer las rojas y brillantes que están a tu alcance porque serán demasiado fáciles de tomar. Tampoco querrás hacer un pequeño esfuerzo para tomar las manzanas ordinarias, porque a fin de cuentas eso es lo que son: manzanas ordinarias sin brillo que no te crean algún tipo de atracción ni deseo; querrás la manzana podrida que está en la cima.

Subirás el árbol, te golpearás con las ramas y caerás. Lo intentarás de nuevo y ¿adivina qué? ¡Te caerás de la escalera! Te harás moretones y luego al intentarlo de nuevo podrás subir un poco hasta casi alcanzar aquella bella -pero podrida- manzana que tanto mueres por comer. La tomarás, la morderás y podrás disfrutar un poco de ese delicioso sabor -que luego caerá mal en tu estómago y te enfermará-. La manzana se deslizará por tus manos y caerá al suelo mientras frenéticamente bajarás la escalera para recuperarla y darte cuenta que mientras la manzana yacía en el suelo, alguien más la tomó rápidamente, la mordió y se fue caminando con ella en sus manos. Llorarás desconsoladamente y perseguirás a aquella persona que huyó con lo que más deseabas y cuestionarás el hecho de que tú tuviste que subir el árbol, golpearte y llenarte de moretones para tan sólo probar un poco de la manzana.

Después de correr por horas, días, semanas, meses y haber enfermado por haber probado aquella  descompuesta manzana, volverás al árbol donde todo comenzó y reirás un poco al recordar esa travesía que viviste, mirarás al árbol y verás una roja, brillante y dulce manzana que tan sólo al levantar tus brazos podrás tomar. Le darás una oportunidad, la tomarás, la morderás y te darás cuenta que tiene un sabor mucho más dulce del que creías necesitar. Sonreirás y te irás con tu manzana dulce.

En el camino de regreso a casa te darás cuenta que la manzana podrida está ahí en la basura y que podrás fácilmente tomarla. No lo pensarás dos veces y lanzarás aquella dulce manzana para coger entre tus manos a la podrida. Correrás eufóricamente cantando y gritándole al mundo lo felíz que eres por tener de vuelta tu tesoro perdido... pero ¿Adivina qué? al cabo de 3, 4 días, la manzana ya estará un 100% descompuesta y no podrás seguir disfrutando de ella.

Llorarás.
Llorarás.
Llorarás... y lo más importante: te arrepentirás de haber desechado a la dulce manzana.


Ahora bien, ¿A qué viene todo ésta historia sobre manzanas? A que siempre queremos lo que está mal y nos hará daño en lugar de lo "perfecto" que nos hará felíz, pero eventualmente se descompondrá y ya no será ''dulce y brillante''. Las cosas malas -pero exictantes y deseables- siempre volverán a tí cuando te rindes y encuentras algo más.

Sólo me queda decirte: lucha por tu manzana, lleva  tus golpes, rasguños y demás... Quizás a fin de cuentas puedas recuperarla y no se siga descomponiendo, o quizás te darás cuenta que esa no es la manzana que estaba destinada para tí y buscarás otra... Pero si no subes el árbol ¿Cómo lo sabrás?

Yo me quedé con mi manzana podrida -que después de perderla volvió a mí- y la estoy cuidando con mucho amor mientras le aplicó tratamientos para que no siga descomponiendose y empiece a endulzarse cada vez más y más. Sin embargo, el miedo de perderla siempre se apodera de mí.... Pero sólo me queda esperar y darme cuenta si esa es la manzana que creció para mí.

@olamas

-Por cierto, esa linda historia de las manzanas la inventé junto a mi amiga @MariiiChic-

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@olamas

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